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¿Por qué este nombre? ¿Por qué este logo?

La vida es una línea.

curva1Empieza en un punto que pudo haber sido cualquiera, pero que una vez lanzado ya es definitivo. Debes empezar a definir tu línea: recta, terca y decidida; o curva y voluble; o temblorosa, rizada, e insegura. Y lo primero que ves es que tu línea es producto de la lucha entre lo que te gustaría hacer y lo que te frena, entre lo que buscas y lo que obtienes.

Se suele decir que la vida da muchas vueltas, y es cierto. A menudo cruzas por el mismo punto, aunque parece distinto, y sales disparado buscando nuevas formas, intentando que todo adquiera cierto sentido, incluso belleza. O, más modestamente, sólo un poco de dignidad.

En cierto momento ya has aprendido que sólo algunas veces estarás arriba, pero no pienses en ello demasiado, porque sólo cuando vuelvas a estar abajo tendrás la perspectiva para contemplar hasta dónde llegaste.

Y ese trazo hacia abajo, que se hace tan de golpe, de un casi inesperado gesto, puedes llamarlo caída, o crisis, o enfermedad, o abandono. Preferimos no lamentarnos de haberlo trazado, porque nos enseña a cada uno lo que realmente merece la pena.

La línea ha de llegar al extremo opuesto a su nacimiento.

Levantamos el lápiz del papel y miramos el camino recorrido.

Si lo hemos hecho bien, el recorrido formará un todo y encontraremos, mirando desde arriba, un sentido.

Papeler’a final

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“Lo que yo crea, o lo que tu mandes”.El dilema de siempre

Muy provechosa la reunión de esta tarde. Buscábamos un posicionamiento y una filosofía para nuestra agencia que nos diese una visión unificada y marcase los objetivos hacia los que debemos navegar en este nuevo año.

De inicio todo se ha ido desarrollando como era de esperar. Hemos destapado algunos puntos débiles, nos hemos refocilado en las múltiples excelencias que nos diferencian y nos hemos autoexculpado con generosa indulgencia de los objetivos no alcanzados, por culpa por supuesto de la ignorancia y prepotencia de los clientes, que no saben entender nuestra creatividad rompedora. Hasta ese punto, fantástico, un aplauso y saludos al respetable. Pero como siempre, como viene ocurriendo durante los veinte años que llevo en esto, las posiciones se tornan irreconcialiables una vez que entramos en el pantanoso campo de la ética profesional. El viejo dilema de siempre:

¿Debemos ofrecer al cliente lo que realmente creemos que necesita o lo que sabemos que quiere ver?.

Después de algún tiempo de trabajo continuado con el mismo cliente es inevitable terminar por “cogerle el aire”, saber lo que le gusta; y más cuando hablamos de empresas medianas y pequeñas donde las decisiones discurren siempre por los mismos cauces y desembocan en la misma persona.

Cuando uno sabe que su cliente tiene por ejemplo un gusto clásico y conservador, es muy difícil presentarse en su despacho con una creatividad transgresora, por mucho que en nuestro fuero interno estemos convencidos de su eficacia. Es como si el médico de cabecera nos recetase Aspirina para las hemorroides porque sabe que no nos gusta el color de la caja de Hemoal. Por supuesto que es absurdo e impensable, sin embargo en el caso de la publicidad todo cristo se siente autorizado para cuestionar los diagnósticos de la agencia:

_ “El médico me ha dicho que tengo apendicitis, pero creo que me voy a operar de cataratas porque va más con mi estilo”.

Los defensores a ultranza del sacerdocio de esta nuestra amada profesión, representados en su mayoría por el ala creativa de las agencias, defienden sin fisuras unas estrategias y diseños sujetos a las conclusiones obtenidas de un estudio objetivo del briefing. O sea, como debe ser y lo que se supone que el señor cliente espera de nosotros.

Las gentes de cuentas se suscriben al otro polo de opinión. Todo eso de la ética es muy bucólico y pastoril, pero la labor de captar y fidelizar clientes es dura y costosa, por lo que arriesgarse a contrariarles e incluso perderles por una propuesta fuera de lo que esperan ver, no es una actitud inteligente.

Pragmatismo puro; si al final vamos a terminar haciendo lo que el cliente quiere, ¿qué necesidad tenemos de malgastar talento y recursos con propuestas que aunque sean las más adecuadas jamás verán la luz?.

Cabría pensar que a la larga, y a fuerza de lanzar campañas que no dan resultado acabaríamos también por perder la cuenta, sin embargo contamos con la seguridad de que un cliente jamás reconocerá que la creatividad que él ha avalado ha resultado un fracaso. Su propio orgullo y la innata capacidad que tenemos los publicistas para echar balones fuera le convencerán de que el fallo ha estado en el plan de medios, o en la estacionalidad, o en la situación actual del mercado.

El debate lleva abierto muchos años. Os invito a participar. Total, es gratis.

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No es bueno que el diseñador gráfico esté solo

La vida profesional de un diseñador gráfico está llena de sobresaltos. Uno siempre tiene la sensación de que no termina de aprender nada y que debe enfrentarse al siguiente encargo desde cero. A la adaptación constante a los cambios culturales, las modas estéticas y éticas, el relevo generacional, la situación sociopolítica o económica se suman la evolución tecnológica de las herramientas que usamos.

Cuando empecé a meter la nariz en esto de crear imágenes para empresas a cambio de un poco de su dinero, la tarea consistía básicamente en un pulso entre tu imaginación y las posibilidades prácticas de las precarias y a la vez fascinantes herramientas que usábamos: Rotuladores, aerógrafo, letras y tramas adhesivas, repromaster, estilógrafos, compás… eran algunos de las cachivaches que se empleaban (en la medida en que uno tenía dinero para comprarlos, puesto que algunos salían tan caros como 5 ordenadores juntos) para crear unos diseños que aún a menudo dejaban constancia de la mano del autor, aún eran en buena medida artesanos.

La llegada de los primeros Mac fue gloria bendita para algunos (los más jóvenes) y un incordio para otros. Recuerdo a un diseñador con un ego tan grande como su estudio, estupefacto ante la idea de que todo su arsenal de instrumentos, máquinas del tamaño de  una lavadora y su colección de hojas de Letraset envidia de la profesión iban a quedar obsoletas de un plumazo.

La reacción de muchos fue, primero, negar la realidad: esos aparatos que no sabían manejar en realidad sólo servían para hacer textos. Más tarde, negar sus ventajas: todo lo que se hacía con ellos tenía la misma imagen monocorde con los mismos efectos y “degradés”. Y al final, subirse al autobús por el método de admitir en su seno a un becario sin el aura de Gran Esteta pero con los conocimientos y la curiosidad para aprender cosas nuevas. De tal modo que el Gran Esteta y el becario informático se miraban con mutua admiración hasta que llegaron a transmitirse el uno al otro parte de sus conocimientos… Así nació el diseñador de ordenador.

Todo esto viene a cuento de las sensaciones que me transmite la situación en la que viven algunos solitarios diseñadores gráficos ante la creciente importancia de la gráfica multimedia en detrimento de la imagen estática. ¿Debemos todos, viejunos incluidos, aprender del pasado, eliminar los miedos y lanzarnos al Flash, el JavaScript, el dreamweaver, after effects y toda la pesca? ¿Tenemos que olvidarnos de seguir creando pensando sólo en el papel y en su inmovilidad, en su falta de interactividad?

La dificultad actual reside en el carácter absolutamente anti-intuitivo de las herramientas multimedia. Aquello de arrastrar y soltar, iconos obvios en las herramientas y acciones y comandos fáciles y visuales fueron factores que facilitaron el acceso al uso de la herramienta del ordenador (mérito de Apple y su visión de lo que debían ser estos cacharros).
Sin embargo, cualquiera que intente dominar un programa como el Flash o algunas acciones con ActionScript se dará de bruces con una interfaz áspera hasta el colmo y una metodología que recuerda a nuestros primeros cursos informáticos de Basic. ¿Como alguien con aspiraciones pseudoartísticas puede enfrascarse en este cenagal de lenguaje matrix sin salir asqueado? ¿Qué fue del mantra WYSIWYG (What you see is what you get)?

Así que, lo siento hermanos, por aquí no paso. El Gran Esteta es mi ejemplo en esta hora amarga, y mi salvación es encontrar a ese adolescente friki de internet que domina sus arcanos con sólo una mirada. Yo seré su Gran Esteta, su guía espiritual con mi gran experiencia (aunque sé que no sé nada), y él tal vez sospeche, o no, que le admiro.

Hasta que llegue el día del advenimiento de ese nuevo ser híbrido, ese que vea belleza en el código, como quien lee una poesía.

Hasta entonces, gracias becario. Haces que no me sienta tan solo y tan perdido.

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