Hoy es 30 de diciembre de un año difícil.
Aunque estamos deseando que se vaya de una vez, no estamos muy convencidos de que sea lo mejor, porque también estamos asustados ante la incertidumbre de cómo será el año que viene.
En la Agencia tenemos un acuario. Javier (alias director general) lo cuida, y le gusta llenarlo de peces pequeños y otros bichos diferentes, como gambas y caracoles. El caso es que uno de esos caracoles, que está solo en su especie, hace unos días y ante la sorpresa de todos empezó a poner huevos. Javier llamó extrañado a la tienda de animales para comentar el suceso y preguntar qué debíamos hacer en este caso, pero el encargado le quitó importancia añadiendo que esos huevecillos son totalmente infértiles, un caso parecido al de las gallinas, que no están fecundados ni lo pueden estar.
Pero esta mañana ya no había ningún huevo. En su lugar decenas de minúsculos caracolillos deambulan por las paredes del acuario como bebés en una guardería. ¿Cómo han podido ser fecundados aquellos huevos de caracol? Y nos hemos quedado como embobados contemplándolos en sus lentísimos movimientos, con la nariz pegada al cristal como niños frente a un escaparate de juguetes.
En seguida recordamos el caso de Parque Jurásico, ¡no se puede detener la vida! ¡siempre se abre camino! La realidad es supuestamente más prosaica, dado que los caracoles son potencialmente hermafroditas. Pero hemos preferido pensar que esos montones de pequeñajos que empiezan a vivir son una señal de buena esperanza para el año que viene. Que cuando parece que todo muere, que no hay salida, que es imposible tener expectativas, siempre sucederán pequeños o grandes milagros que nos ilusionan.
El equipo de Mensaje, y montones de pequeños caracoles recién nacidos, os deseamos un 2010 de pequeños milagros y grandes alegrías.